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Arturo González Guerrero

Berly Barraza
Berly Barraza
Periodista Salvadoreña

Arturo González Guerrero

Vida forjada en el temple del desierto

El desierto conformó la esencia de Arturo González, entre cerros, aridez y esfuerzo. Siendo un joven veinteañero se maravilló con el color de los cerros cuando hacía el viaje Potrerillos-El Salvador en un carriol, a principios de la década del setenta, en busca de  una vacante en la Empresa. Su vínculo con Atacama se gestó desde su nacimiento, en las alturas de Potrerillos.

Hijo de trabajador de la Andes Cooper Mining. Su padre fue capataz del 76 200, trabajó desde 1940 hasta 1955 en la zona. En 1949 nació Arturo, cuando él tenía cinco años su familia se trasladó a Inca de Oro. El lazo con los cerros y la riqueza mineral continuó en el nuevo lugar de residencia; su progenitor, un trashumante, se desempeñó como pirquinero y él lo ayudó en las faenas. Sin duda, un trabajo complejo, que implicó fuerza bruta y arriesgar la vida a diario por el sustento. Entre soledades, luchar contra la pobreza y clima extremo, se fue formando su ser.

Su relación con los cerros es especial, adora ese paño que lo ha cobijado desde que nació, le ha brindado sostén económico, recreación visual y preparación física. No olvida cuando un médico le dijo: “Ves los cerros, no son solo para sacarles fotos”. Por décadas lo han acompañado cuando sale a trotar, desde ahí tiene una vista privilegiada de la ciudad y encuentro con Dios. Es judío, herencia de su tatarabuela. El profesar la religión judía, de lo cual siente orgullo,  también lo acerca con el desierto; hay que recordar que el pueblo judío convivió en el desierto en su transitar hacia la tierra prometida.  Sus convicciones no le impiden ser respetuoso de otras creencias.

Un agradecido de El Salvador, lugar que lo ha acogido por casi 50 años. Ha sabido recoger frutos de esos parajes, sobre todo, en cuanto a la soledad que ofrece un espacio para pensar, reflexionar, hacer más íntegro al sujeto; también para vivir en familia, trabajar y construir un hogar. Para él, el santuario más grande es el hogar.  Lo entristece el saber que algún día debe dejar el campamento minero.

Llegó por situación económica a Potrerillos, a poco andar de la década del 70. En ese entonces la Gerencia General estaba en esa localidad, años después, por el terremoto fue trasladada a El Salvador, así que todo lo administrativo se veía allá. Buscaba un trabajo en el área eléctrica, dado sus estudios en Copiapó, ciudad donde se desempeñó como maestro eléctrico. La vida lo sorprendió con una vacante de Inspector en la Escuela Coeducacional N°1 de El Salvador, en 1972; luego de meses fue trasladado al CEM, actual Liceo Diego de Almeida, donde su entrega ha perdurado por casi cinco décadas. El trabajo de inspector lo percibe como una labor bonita, que implica velar por lo disciplinario, administrativo, relacionarse con profesores  y jóvenes de diversas generaciones. Considera que en la educación se sustenta la base de un pueblo. También ha estado a cargo de subvención. Es un convencido de que a lo que se dedica uno, si se pone lo que corresponde, se hace un profesional del oficio. Lo ideal es entregar lo mejor en lo que uno hace. Agradece a los diversos profesionales que han contribuido en su formación, en este sentido tiene claro que sin crítica y aceptación de las mismas, no hay crecimiento. Su personalidad y dedicación laboral le ha valido el reconocimiento de sus pares y superiores, en diversas ocasiones.

Su entrega en el único establecimiento de Educación Media de la ciudad también se ha reflejado en el ámbito deportivo, a través de su gran pasión: El Fútbol, afición que compartió con su padre, quien fue futbolero y fanático de Colo-Colo. Es del fútbol antiguo, romántico, el que lograron los ingleses, si bien en la actualidad este deporte es más físico, táctico, de estrategia; es su gran pasión.

A diversas generaciones de jóvenes entrenó en dicha disciplina, con la Sub 14 llegó a instancia nacional en Iquique, en 1997. El 2017 dejó de dirigir por el esfuerzo que implicaban los viajes. En los entrenamientos físicos supo apreciar lo que ofrece el entorno, los cerros fueron el escenario de preparación física de diversos jóvenes. En ellos tal vez reconoce las habilidades que tuvo en la juventud, le hubiera encantado dedicarse al fútbol profesional, pero una lesión originada cuando trabajó en la mina La Guanaca, en las faldas del Cerro Vicuña, se lo impidió. Pese a este traspié prefiere aceptar y agradecer la vida como es, así que con cariño recuerda su ejercicio futbolístico en Copiapó y ha sabido traspasar a jóvenes la importancia de entender el juego, disfrutarlo, además de la disciplina y concentración. En el plano intelectual, entre sus intereses destacan la lectura y, en especial, la filosofía.

Otro camino por el que ha llegado al fútbol es a través de los comentarios futbolísticos. Comenzó en Radio Alicanto, invitación de Julio Araya, con quien comparte hasta hoy. Luego siguió por un corto periodo en Radio Damiana y, en la actualidad, en el Portal El Salvador. En los comentarios compartió junto a Sergio Fernández, Pedro Toledo y también, durante bastante tiempo, con su hijo Francisco González, en ambas radios. Las comunicaciones las encuentra fascinantes, puesto la posibilidad que otorgan de expresar cómo uno ve el mundo, lo que también se aprecia en el compartir en la caseta, donde se emiten diversas opiniones, en definitiva, el reflejo de la vida misma. Al nombrar a un comentarista futbolístico que admira no vacila en mencionar a Julio Martínez, por su forma de enfocar el juego, de manera pausada y certera.

Club Deportes Cobresal es parte de su vida, un fiel seguidor del equipo porque representa al minero en cuanto a esfuerzo, temple y trabajo duro. Admira a jugadores que han sentido esto, por lo mismo han brillado, destaca a Osorio, quien estuvo en los inicios y es actual trabajador de Codelco División Salvador; también a Gustavo Huerta, éste último porque siempre vistió la camiseta y ha estado en diversos momentos del equipo, pese a ser un ovallino, representa al salvadoreño. En la actualidad, Huerta es el técnico del equipo minero, lo ha sido por varios periodos y le ha dado diversas satisfacciones a la hinchada.

Desde la perspectiva de derrota y triunfo, a su juicio, “cuando gana Cobresal la choca es más rica, más sabrosa”. De ahí que comparta el decir de Julio Araya de que un hincha cobresalino vale por diez de Colo-Colo, dado que se identifica con El Salvador, lo cual es fundamental. Esto lo comprueba con la experiencia que tuvo de conocer la Selección del Mundial del 62’, cree que llegaron lejos precisamente por la compenetración que tuvieron con nuestro país.

El arraigo de Arturo González a El Salvador y su sentir cuando trota en los cerros es admirable. Un ejemplo para quienes tenemos nuestro corazón depositado en ese lugar. Hace honor a los primeros versos del Himno del Liceo Diego de Almeida:

            Entre cerros y riqueza mineral

            Nuestro canto al viento libre volará…

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