
63 años de El Salvador
Las imponentes chimeneas que lo acompañaron desde su nacimiento estaban a punto de apagarse. El mineral se estaba agotando. De pronto el cerro habló, el
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“La tarde se ve muy triste cuando el sol se va alejando.
Así quedé yo cuando te fuiste, todavía te sigo llorando”.
J.M.M
Cuando la vida de José Miranda está llegando al ocaso, se hace necesario un homenaje a una de las personas más longevas de El Salvador. Estos versos que plasmó un día en un cuaderno, reflejan el sentimiento ante un partir… se ajustan al momento en que se escriben estas palabras.
Cada ciudad tiene personajes que destacan entre sus habitantes y se vuelven entrañables, es el caso de José Miranda, quien nació el 4 de enero de 1932, en la Hacienda Buena Esperanza de Vallenar, el menor de tres hermanos. Siendo un joven lleno de esperanzas llegó a la zona a trabajar, se desempeñó en la Compañía desde 1950 hasta 1976, en diversas áreas, como la muestrera y chancadora, también en empresas contratistas, Municipalidad de Diego de Almagro y Cobresal.
El vivir en el desierto conformó su esencia apegada a la soledad e independencia, en ocasiones incomprendida por algunos, pero respetada por su entorno familiar. Hombre fuerte, luchador, fue madre y padre que se dio por entero por sacar a sus hijos adelante: Yasna, Yubitza, José, Marcelo, Cristian y Amelia. No le fue fácil, sobre todo en el ámbito salud. La mina ofrece de sus entrañas la riqueza mineral, la tierra da, pero también pide, muchos hombres de faena se han visto afectados por la silicosis y con ello el deterioro de su calidad de vida, Mirandita lo sabe.
Una veta que pudo explotar, tal vez regalada por el silencio del desierto que permite la introspección, es la escritura. Sus pensamientos y escritos los compartió en círculos literarios y declamó en diversas ceremonias locales; sin duda, un gran tesoro para sus hijos, quienes quieren publicar y compartir este material entre familiares. Para los que queremos perpetuar los diversos pasajes de El Salvador, anhelamos que pueda ser difundido a más gente, ya que la historia del mineral la hacen también el sentir íntimo de sus habitantes. Su cualidad artística se la heredó a sus hijas Yubitza y Yasna, conocidas como Luna y Sol, cantantes; Yasna también ha incursionado en las letras. Así, el mejor regalo que recibió su hija Yasna, en su último cumpleaños, es el momento en que su padre le recitó un poema, un presente que le permitió celebrar la vida. También en su mente resuenan los cuentos que les contaba a sus hijos cuando eran pequeños, en que todos los personajes tenían sus propios nombres, los acompañaba con mímicas, además de cantarles himnos marciales como canciones de cuna, para que se durmieran. Con alegría recuerda que cada Navidad era el principal contador de chistes.
El deporte también fue lo suyo, el fútbol le acompañó en su vivir en El Salvador. Uno de los primeros socios de Cobresal y colocolino de corazón, como se define, esta pasión también lo llevó a arbitrar, además fue boxeador.
Hombre muy querido entre la gente del sector Intelec, respetuoso y correcto. Su presencia en la esquina de Din fue visión frecuente para el salvadoreño que iba al centro; visión que con el tiempo se ha ido desdibujando, pero que al recordarlo aflora nuevamente.
Le encantaba vivir en El Salvador, lugar de inspiración para sus escritos y donde formó su familia, el alimento de su existir. Que su aporte a la historia de El Salvador nos haga reflexionar sobre nuestros cimientos y cuánto estamos valorando y respetando realmente al adulto mayor.
Collita Cordillerana
José Miranda Miranda
26 de Octubre 2011
Bajas desde los cerros
con tu mirada cansada.
Nada te sorprende
absorta en tus pensamientos.
Lo silvestre del desierto
mujer triste olvidada.
La dicha de tu niñez
te ha robado al viento…
Añañuca de la pampa
amiga del lucero.
Vas con tus pasos cansada
entre quebradas y dunas
Mujer de estirpe olvidada
curtida por la puna
te vas quedando rendida
en los brazos del sendero.
Collita de trenzas largas
doncella cordillerana.
Atraviesas los cerros
agobiada con tu carga
Soñando con el amor
que se quedó en la distancia
Y en tu rostro se refleja
la soledad tan amarga.
Los brazos del desierto
cubren tus ojos de arena.
Añañuca de los cerros
mujer cordillerana
Te acaricia el viento frío
tú cabellera morena.
Y el Sol besa tus labios
soñolientos en la mañana.
Cuando llega la tarde
en la penumbra olvidada
Los pájaros te despiden
entre graznidos y trinos.
Tus pasos se van perdiendo
poco a poco entre quebradas
Adiós belleza Chilena
ninfa de mil caminos.
La Noche será tu aliada
y tu más fiel confidente.
Cuando vuelvas a los cerros
y te consuma la pena.
Tú que naciste en la historia
y hoy te alzas al presente.
Tu raza se va extinguiendo
poco a poco como la arena.
Quizás jamás vuelva a verte
te quedarás en los cerros.
Los amaneceres floridos
de una nueva alborada.
Será de nuevo hogar
donde perdurará tu recuerdo.
Adiós collita Cordillerana
raza chilena olvidada.
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