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¡Tanto humo mamita! ¡Tanto humo!

Rene Cerda
Rene Cerda
Historiador Potrerillano-Salvadoreño

MARZO DE 1966

Enrique, al igual que cada día, sale de su jornada a las 8 de la noche, luego de un turno que duraba 12 horas, se ducha y cambia de ropa para llegar limpio a su hogar en el que lo esperaban sus hijos y su esposa Ismenia. Como cada día espera el bus que tarda unos minutos y emprende su viaje de vuelta al campamento de El Salvador. Al entrar en este se percata que estaba terminando una asamblea sindical, y al llegar a su hogar, su vecino le comenta que se decidió ir a huelga en apoyo a los compañeros de El Teniente que ya llevaban 2 meses paralizados; la huelga comenzaría a las 00:00 horas del 1º de marzo de 1966[1].

Si bien el año anterior no había participado de la huelga, Enrique no era ningún krúmiro[2], por lo cual el 1º de marzo se levanta temprano y a eso de las nueve de la mañana baja desde su casa al sindicato a informarse de la movilización que comenzaba, además de participar de las asambleas y discusiones que se daban en el local de los obreros. Mientras pasaba por un costado de la pulpería ve un enorme cartel colocado por la empresa, el cual titulaba “Nomina de obreros despedidos en “El Salvador””, Enrique se detiene y comienza a leer la larga lista de nombres en la cual figuraban 11 empleados y 57 obreros[3]. Grande es su sorpresa cuando en el número 7 de la lista aparece su nombre Carmen Enrique Ardiles A., ficha 1163, no lo podía creer, al llegar al sindicato se sabe que los dirigentes fueron apresados y enviados a la cárcel de La Serena, por lo que el local está en manos de delegados que, debido a lo recurrente de estas acciones, estaban designados con anterioridad[4].

Ese mismo 1º durante la noche la Compañía por medio del Jefe de Relaciones Industriales Gustavo Mazal, acompañado por los carabineros, comienza a realizar allanamientos a las casas de los obreros despedidos, los cuales fueron detenidos y expulsados de El Salvador, llevados a Pueblo Hundido, localidad distante a 60 kilómetros del campamento, donde eran dejados sin nada más que lo puesto, no obstante sus familia quedan en El Salvador, pero perdían los beneficios como la salud y el poder comprar en la pulpería[5]. Enrique y sus compañeros entre los que estaba el líder del Partido Socialista, Manuel “El Negro” Trigo, van al sindicato con el fin de protegerlo, pero además junto a ellos comienzan a acudir las familias de los trabajadores cancelados. Ismenia a pesar de tener más de ocho meses de embarazo, se organiza junto a unas compañeras y esposas de trabajadores, entre las que estaba Juana y Ania. Se hacen cargo de la olla común, en dos fondos grandes de aluminio, donde cocinaban para las familias y los obreros que no tenían acceso a la pulpería y que tampoco tenían para pagar un plato de comida en la hostería. Asimismo, Enrique que también acudía durante todo el día al sindicato para evitar el ser detenido en un allanamiento, se dedica junto a los demás mineros a discutir, hacer asambleas, pero también a distraerse jugando juegos de mesa y billar en la mesa que tenía el sindicato. El pequeño Iván de cinco años, hijo de Enrique e Ismenia, junto con su hermano también jugaban en el salón del sindicato con los demás niños y niñas que llegaban acompañando a sus padres y madres.

Mineros de El Salvador

MEDIODÍA DEL 11 DE MARZO DE 1966

Es el mediodía del día viernes 11 de marzo; el sol está en el punto más alto del cielo. Enrique, sus compañeros y las mujeres que ocupaban el sindicato, ven que a la comisaria distante a no más de 50 metros del sindicato llegan militares, que se alojaban desde la huelga de 1965 en la Escuela Chilena. Minutos después, en un jeep se acerca el teniente de Carabineros Luís Hald Mierau acompañado de militares y con una ametralladora montada sobre el vehículo[6]. Enrique se asoma a mirar, conoce a Hald, ya que este juega basquetbol por el equipo de Ingeniería, su sección en la mina, por la cual él también juega, pero al futbol. El joven minero en su mente imaginaba el dialogo que podría entablar con el uniformado para relajar el ambiente, pero Hald que estaba a pocos días de irse de El Salvador ante su llamado a representar a Chile en la selección nacional de Basquetbol, no pensaba lo mismo. Sin leer orden de desalojo o algún cruce de palabras alguno, lanzó con su mano una bomba lacrimógena dentro del local sindical lleno de mineros, mujeres, niños y niñas que se preparaban para almorzar[7]. Enrique recibió el proyectil en su garganta por lo cual cae al piso un poco atontado por el golpe y desconcertado por la reacción del carabinero. Rápidamente fueron lanzadas más bombas dentro del sindicato que prontamente se llenó de gas. Ismenia, quien estaba dentro del sindicato preparando la olla común, corre en busca de sus hijos Iván y Víctor, al primero lo encuentra escondido debajo de un escritorio. Iván veía solo oscuridad y le decía a su madre “¡Tanto humo mamita, tanto humo!”, “¿por qué no prenden la luz?”, mientras su madre lo sacaba hacia la parte posterior en la cual se ubicaba un estadio de futbol[8].

Mientras tanto Enrique, que se recuperaba del golpe, ve cómo la gente se coloca frente al sindicato y que en medio de gritos y consignas comienzan a atacar con pedradas a los militares y carabineros que se ubicaban en el frente. La reacción no se hace esperar y los uniformados disparan balas de fogueo, ante la llegada de gran cantidad de gente que salía del cine y que bajaban desde sus casas a prestar apoyo a los huelguistas. Los militares disparan una vez más, esta vez las balas eran de guerra. Enrique que estaba junto a su amigo Francisco Monárdez[9] detrás de unos muros que se construían a un costado del sindicato, ve como un carabinero gordo y muy violento apellidado Urzúa dispara y le destapa la cabeza a su compañero.[10] Se trata de organizar algún tipo de resistencia, pero pronto los obreros se dan cuenta que no pueden hacer nada contra el ejército que disparaba a su propio pueblo una vez más, como había ocurrido en tantas historias del pasado. Enrique corre por el sindicato y frente a él cae su también amigo Mauricio Dubó en la parte del frente del sindicato con seis disparos en su estómago[11]. En su recorrido de sur a norte, Enrique llega a al otro costado del sindicato, donde cae Delfín Galaz, quien también es visto por Ismenia, que ve el cuerpo tendido en el piso solo con una pequeña perforación en su frente, pero este pequeño orificio había reventado el cráneo del minero[12].

Ismenia junto con un sobrino, encuentra a Víctor y escapan por el estadio alejándose de la balacera, Iván al ver los muertos llora y le dice a su madre “¡Tanta sangre mamita, tanta sangre!”, mientras que Ismenia en ese momento se da cuenta que una bala le había rozado el brazo, dejándole una quemadura que mantendrá muchos años. Al mismo tiempo Enrique escapa hacia el norte en dirección al hospital de El Salvador junto con su compañero y amigo Suarez. Mientras corren esperando escapar de aquel infierno, su compañero recibe una bala en su talón ante lo cual cae, pero con la ayuda de Enrique logran escapar.

Iván en el periódico El Cobre

Luego de la balacera, sus compañeros les comentan que en la zona cercana a la plaza cayeron muertas dos mujeres Marta Egurrola y Osvaldina Chaparro, mientras que el Manuel Contreras quien había ido a mirar lo que pasaba, recibió un disparo en su cabeza mientras estaba apoyado en el buzón del correo. Enrique y su familia estaban consternados, nunca esperaron que los militares dispararan de forma tan despiadada tanto al sindicato como al campamento, nadie había provocado y tampoco nadie había respondido al ataque, pero Enrique, Ismenia, Iván y Víctor habían salido sanos y salvos por suerte, al igual que Verónica que prontamente nacería.

El 11 por la noche, luego de volver del sindicato, donde aún estaban los cuerpos tendidos esperando al fiscal de Chañaral, Enrique va a la cocina de su casa, ahí nota que la chapa había sido forzada; luego de la balacera la empresa y carabineros habían allanado su casa, y por suerte no los habían encontrado ni a él ni a su esposa. Luego de encontrar su casa en esas condiciones, Enrique se dirige a casa del Negro Trigo, ahí se juntaron los militantes de más confianza del Partido Socialista, donde planearon el primer intento de venganza, un ataque a la comisaria. Los minutos pasan lentamente, el puñado de militantes que estaban ahí reunidos esperaban a un joven que viene de la mina, presuntamente con algunos tiros de dinamita. Sin embargo, el joven nunca llegó, por lo que la misión fue cancelada, ante lo cual Enrique volvió a su casa a dormir.

Dibujo de la masacre, aparecido en Revista Ercilla en marzo de 1966.
Animita de Raúl Monárdez

LOS DÍAS POSTERIORES

Durante el día 12 de marzo se llevaron a cabo los velorios y funerales, a los cuales Enrique y su familia concurrieron al igual que todo el pueblo de El Salvador, más a las delegaciones de trabajadores que llegaron de toda la región. La columna iba guiada por el estandarte del sindicato y por el presidente del Senado Salvador Allende, congregando casi la totalidad de la población del pueblo. Luego de terminado el emocionante acto que se llevó a cabo en el cementerio, Enrique vuelve a su hogar y los cuerpos de los caídos y caídas parten rumbo a distintos pueblos nortinos. Solo su amigo Delfín Galaz quedará en tierras salvadoreñas[13].

Trabajadores fuera del sindicato de El Salvador

Los días posteriores son muy duros. La huelga continua pero el temor está sembrado, Ismenia decide irse a Vallenar junto con sus dos hijos; su hija ya está por nacer y debido al despido de su esposo no tienen derecho a hospital. Mientas tanto Enrique, que se queda en el campamento, conversa con el gringo, su jefe, con quien ve la posibilidad de poder reintegrarlo, ante lo cual el norteamericano le señaló que no puede hacer nada a pesar de los esfuerzos. Las semanas pasan y la huelga termina casi un mes después de la masacre. Enrique participa en varios comités, de apoyo a los presos y los heridos y heridas, mientras que Ismenia tiene a su hija Verónica en Vallenar. La vida en El Salvador se ha vuelto dura, Enrique es buscado por la policía y la compañía, duerme en casas de amigos, los cuales le dan alimentos ya que él no puede adquirirlos en la pulpería. Sin embargo, tiene un factor a su favor, es buscado por Carmen Ardiles, su verdadero nombre, por lo cual logra evadir los controles, ya que estos se realizaban a las mujeres. Ismenia le cuenta en uno de sus viajes que en Llanta, donde hay un control de carabineros y la compañía hacen bajar a todas las mujeres con su carnet, buscando a Carmen.

Llega el mes de Julio, la huelga ya ha terminado hace muchas semanas, y Enrique decide irse a Vallenar a vivir junto a Ismenia y su nueva hija. Llega al valle y comienza a buscar trabajo, pero la voz entre los patrones se ha corrido y nadie contrata a los “terroristas” despedidos en El Salvador. Estos años serán duros para los Ardiles Iribarren, mientras el pequeño Iván crece con sus hermanos en esta nueva ciudad que los acoge.

EL TRIUNFO Y EL RETORNO

Llega el año 1970, Enrique al igual que en 1964, hizo campaña por el abanderado de su partido Salvador Allende, esta vez el candidato utilizará los acontecimientos de El Salvador para desacreditar a la Democracia Cristiana y prometerá recontratar a todos los cancelados de las huelgas de 1965 y 1966[14]. El candidato de la Unidad Popular triunfa y el 9 de diciembre de 1970, Enrique y su familia se reintegran a El Salvador. Allí participaran con entusiasmo de todos los acontecimientos que se llevaran a cabo durante el gobierno del pueblo. Luego de algunos meses recibirán una nueva casa, está vez de parte de la Compañía de Cobre el Salvador, la nueva compañía recién nacionalizada, en la también nueva población 11 de marzo en la entrada del campamento y en la cual vivirán también muchos de los que volvieron luego del llamado de Allende.

Julieta Campusano en un homenaje a los y las mártires del sindicato

De ahí en adelante participarán cada 11 de marzo en las romerías que se realizan al cementerio, en recuerdo de los mártires del cobre. Igualmente Enrique estuvo en la inauguración de la Plazoleta 11 de marzo, la cual se construyó en el lugar donde el vio caer a su lado a su compañero Francisco Monárdez[15]. Años más tarde, en el 2006 en esta misma plazoleta recordará lo ocurrido hace 40 años, y volverá junto a los nuevos dirigentes a colocar la placa conmemorativa que estuvo perdida durante la dictadura. Ismenia falleció en el año 2013 y Enrique partió a acompañarla en el 2016. Ambos entregaron sus testimonios, que dieron forma a este texto durante el año 2011.


[1] Las Noticias de Última Hora, Santiago, 2 de marzo de 1966, 6.

[2] Como se denominaba en la zona a los esquiroles o rompehuelgas.

[3] Despedidos por Andes Copper Mining Co., El Salvador, 20 de abril 1966, en Archivo Sindicato Nº2 de trabajadores Potrerillos., y La Nación, Santiago, 6 de marzo de 1966, 6

[4] Olavarría, Arturo. “Chile bajo la Democracia Cristiana: Segundo año”, Nacimiento, Santiago de Chile, 1966, p. 155., y El Cobre, Santiago, marzo de 1966. 11.

[5] Las Noticias de Última Hora, Santiago, 7 de marzo de 1966, 5., y Las Noticias de Última Hora, Santiago, 9 de marzo de 1966, 7.

[6] Las Últimas Noticias, Santiago, 12 de Marzo de 1966, 2.

[7] El Cobre, Santiago, Marzo de 1966, 2.

[8] El Cobre, Santiago, Marzo de 1966, 2., y Revista Ercilla, Santiago, 16 de Marzo de 1966, 7.

[9] Casado, de 27 años, antiguo militante de la Democracia Cristiana, paradójicamente se convierte en la primera víctima del gobierno que el mismo había apoyado.

[10] Registro civil e identificación de El Salvador, Actas de Defunción, Marzo de 1966.

[11] Registro civil e identificación de El Salvador, Actas de Defunción, Marzo de 1966.

[12] Registro civil e identificación de El Salvador, Actas de Defunción, Marzo de 1966.

[13] Ramón Contreras, fue enterrado en Combarbala, Marta Egurrola en Chañaral, Manuel Contreras en Ovalle, Mauricio Dubó en Andacollo, Raúl Monárdez en Freirían, Osvaldina Chaparro en Salamanca y Luís Álvaro, quien murió el 12 de marzo durante el día, fue enterrado en Pueblo Hundido.

[14] Discurso pronunciado por Salvador Allende Gossens, ante la Gran Logia de Chile, en el Gran Templo de la Gran Logia de Chile, el 14 de abril de 1970., y Discurso Pronunciado por Salvador Allende Goznes en el Estadio Nacional, el 5 de noviembre de 1970, con motivo del inicio del Gobierno Popular.  

[15] Baros, María. “Potrerillos y El Salvador, Una Historia de Pioneros”, Santiago de Chile, Codelco, 2006, 214.

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